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—Entonces elige a uno de los mayores... —su voz se perdió.
Amanda miró de nuevo los rostros que la rodeaban.
—¿Qué opináis, grupo? —inquirió.
Se produjo un momento de extraño silencio y luego, la muchacha que había silbado —
Reah Abo, el nombre saltó de repente en la mente de Amanda—, habló:
—Iría cualquiera de nosotros —señaló—. Pero Lexy es la mejor.
—Eso es todo, entonces —concluyó Amanda. Encendió el motor de su deslizador y lo
elevó ligeramente del suelo—: Lexy, Tim..., me reuniré con vosotros esta noche, en la
colina que se alza en la llanura norte de la ciudad. Todos vosotros..., tened cuidado. No
dejéis que os vean las patrullas. Y mandad a esos corredores tan pronto como podáis.
Los dejó allí, y el círculo se abrió mientras ella ascendía ruidosamente por encima de la
colina. La casa Foralie se extendía en un pequeño espacio llano a un par de cientos de
metros al frente, sobre una elevación del terreno desde la que se ofrecía una excelente
vista de la región que alcanzaba incluso hasta la misma ciudad.
Detrás de la larga y baja casa de madera, podía verse el enorme e intrincado gimnasio
rodeado de una falsa jungla que Cletus había hecho construir en Casa-Grahame y que
luego, cuando se casó con Melissa, trasladó hasta aquí. Este complicado montaje le
ayudó a recuperarse físicamente una vez realizada la operación en su rodilla, pero no
había ningún motivo para que evocara en ella algún sentimiento en particular. Sin
embargo ahora, viendo su compleja estructura al proyectar su sombra sobre el techo de la
larga casa de madera, sintió de súbito —casi como si palpara su frío metal con las
manos— las sinuosas y complicadas realidades que harían que Dow y Cletus tuvieran su
enfrentamiento final bajo aquella sombra.
Hizo bajar el deslizador hasta la casa. Melissa, junto a la alta figura con mostacho de
Hachan Khan a su lado, salió a la puerta principal; estaban de pie, esperándola, cuando
detuvo el deslizador delante de ellos y lo posó en el suelo.
—Betta se encuentra bien, Amanda —le dijo Melissa—. A la espera. ¿Qué ocurre?
—Las fuerzas de ocupación se encuentran en la Ciudad de Foralie.
—Lo sabemos —repuso Hachan Khan con su tono de voz británico y contenido—. Con
el telescopio que tenemos instalado en el techo les vimos aterrizar.
—Dow deCastries se halla con ellos —les comunicó Amanda mientras salía del
deslizador—. Va detrás de Cletus, por supuesto. Planea venir de inmediato aquí, a
Foralie. Tal vez esté pisándome los talones...
El suelo bajo sus pies pareció moverse de forma súbita. Descubrió que Hachan Khan la
sostenía.
—¡Amanda! —exclamó Melissa, sujetándola por el otro lado—. ¿Cuándo comiste por
última vez?
—No recuer... —notó que las palabras le salían con dificultad.
Le temblaron las rodillas y sintió que estaba a punto de desmayarse. Una furia lejana la
invadió. Esta era la característica de la vejez que más le irritaba. Descansada y bien
alimentada, podía enfrentarse con deCastries. Pero si dejaba transcurrir un período de
tiempo relativamente largo sin haber comido ni reposado, se convertía en otra anciana
frágil más.
Su siguiente momento de consciencia fue cuando la acomodaron en un sofá del salón
de Foralie con una almohada bajo su espalda. Melissa la ayudaba a beber un té caliente y
dulce mezclado con el ardiente sabor del whisky Dorsai. Su cabeza comenzó a aclararse.
Cuando vació la taza, vio un plato con sandwiches delicadamente preparados por Eachan
Khan sobre la mesa de café dispuesta al lado del sillón. Había olvidado lo deliciosos que
podían ser.
—Cuéntanos el resto de las noticias —le pidió Eachan cuando acabó de comer—.
¿Qué te ocurrió hoy?
Se lo contó.
—... He de admitir, Eachan —concluyó mirando al general de espalda erguida—, que
no me agradó demasiado que Cletus te pidiera que permanecieras aquí sin hacer nada...,
y aún menos que tú aceptaras. Sin embargo, creo que lo entiendo mejor desde que vi a
deCastries en persona. Si alguno de ellos ha de sospechar el modo en que nos
defenderemos, será él, no sus oficiales. Y lo que más puede ayudar a no despertar su
duda, es tenerte aquí cruzado de brazos, cuidando de tu casa en sus mismas narices
mientras él aguarda la llegada de Cletus. Conoce tu reputación militar.
—Yo no diría cruzado de brazos —repuso Eachan—. Pero estás en lo cierto. Cletus
tiene la costumbre de analizar todas las variantes.
—Además del hecho... —Amanda sostuvo su mirada— de que si me ocurriera algo a
mí, tú todavía estarías aquí para hacerte cargo de la situación.
—Depende de las circunstancias. —A pesar de ellas —afirmó Amanda.
—Por supuesto —repuso Hachan—. Es evidente que, si me encontrara desocupado, y
se me necesitara, yo estaría disponible.
—Sí... —Amanda se detuvo de repente—. ¡He de marcharme de aquí! —Se sentó [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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